Sus logros en el fútbol son lo de menos. Lo realmente asombroso es cómo en los 20 meses desde que José Mourinho asumió el cargo de entrenador del Real Madrid se ha convertido, de lejos, en el personaje más polémico de España. Posiblemente nadie haya provocado más división -más repulsa o más fanática adhesión- desde tiempos de Franco.
Su cara pública es la de un personaje iracundo y resentido que ve enemigos por todos lados
No da la sensación de amar el fútbol en sí, a diferencia de Guardiola, Ferguson o Valdano
Los cuatro años que vivió en la capital británica, como entrenador del Chelsea, fueron otra cosa. Fue feliz allá. Él mismo lo dijo poco después de marcharse: "El único problema que tuve en Londres fue el incidente con mi perro".
Tuvo su gracia aquel "incidente", pese a que acabó siendo detenido por la policía. Tuvo su gracia porque demostró que Mourinho el padre de familia, a diferencia del personaje que presenta al mundo, tiene su punto de ternura. Según trascendió en la prensa, y él nunca negó esta versión de los hechos, estaba en un evento en el que se premiaba a los mejores jugadores del Chelsea cuando recibió una llamada de casa. Su mujer y dos niños estaban histéricos. Dos policías habían llegado a la puerta y querían llevarse a la mascota familiar. No, no un rottweiler; un diminuto yorkshire terrier, uno de esos perritos de falda peludos, populares entre señoras mayores, cuyos rostros parecen expresar dulce, perpleja -y permanente- sorpresa.
Mourinho salió disparado a casa. Arrebató el perro de las manos de los oficiales de la ley, hubo un forcejeo y el animal, misteriosamente, desapareció. Nunca quedó muy claro si Mourinho lo escondió o si se fugó a la noche londinense. Lo que sí se supo -Scotland Yard lo confirmó- fue que Mourinho fue detenido y llevado a la comisaría. El problema tuvo que ver con las complicadas leyes de cuarentena británicas y con la sospecha que tenía la policía de que el perro había entrado en Inglaterra sin que sus dueños cumpliesen los necesarios requisitos legales. El desenlace del episodio fue que, lejos de provocar la indignación del público inglés, Mourinho quedó como un héroe: defensor de su perro, símbolo en carne y hueso (al menos para los ingleses, grandes amantes de la especie canina) de la unidad y felicidad familiar. Los incondicionales de Mourinho en España (los adeptos al "mourinhismo", palabra incorporada ya al vocabulario español, como si fuera una ideología, o una secta religiosa) habrían sacado una similar conclusión.
Pero hubo otra interpretación posible de aquel incidente londinense, una a la que se predispondría aquel sector de la población española que (el verbo no es ninguna exageración) lo detesta: que Mourinho es tan prepotente y grosero que se considera por encima de cualquier ley, humana o divina; que sus éxitos en el fútbol le han hecho creer que está más allá del bien y del mal. Ahora estos éxitos han sido considerables. No le faltan motivos para sentirse satisfecho consigo mismo. Su trayectoria profesional ha sido estelar, compensando con creces la frustración que sintió en su juventud por no dar la talla como jugador. En menos de 12 años como entrenador ha ganado la máxima competición de clubes mundial, la Liga de Campeones, dos veces; la primera (quizá su hazaña más extraordinaria), con el Oporto en 2004, y la segunda, con el Inter de Milán en 2010, tras vencer al todopoderoso Barcelona en semifinales. Ha ganado la Liga portuguesa, la italiana y, con el Chelsea, la inglesa dos veces. Y ha acumulado varios trofeos importantes más, entre ellos, la Copa del Rey con el Real Madrid la temporada pasada. Hoy está en vías de ganar la Liga española por primera vez, ya que lleva cinco puntos de ventaja sobre el Barcelona, y va viento en popa en la Liga de Campeones. Triunfar a tal nivel de manera tan consistente en tan poco tiempo en el deporte -en el fenómeono de masas- más grande del mundo no es poca cosa. Cuando Florentino Pérez, el presidente del Real Madrid, afirma que es el mejor entrenador del mundo, no es fácil refutarle. Hasta se puede llegar a comprender porque le ha entregado, desde su llegada en mayo de 2010, prácticamente el poder absoluto en el club, o más poder del que había tenido jamás un entrenador del Real Madrid.
Do El Pais.es